Manifestaciones culturales
El movimiento literario Sturm und Drang (en alemán: 'Tormenta e
ímpetu'), desarrollado durante la última mitad del siglo XVIII, fue el
precedente importante del Romanticismo alemán.
Los autores importantes fueron (el
joven) Johann Wolfgang von Goethe, (el joven) Friedrich Schiller, Friedrich Gottlieb Klopstock y Ludwig van Beethoven.
Romanticismo alemán
El Romanticismo alemán
no fue un movimiento unitario. Por ello se habla en las historias literarias de
varias fases del Romanticismo. Una etapa fundamental fueron los años noventa
del siglo XVIII (Primer Romanticismo),
pero las últimas manifestaciones alcanzan hasta la mitad del siglo XIX.
Los filósofos dominantes del romanticismo alemán
fueron Johann Gottlieb Fichte y Friedrich Wilhelm Joseph Schelling (los
fundadores del Idealismo alemán).
Los
autores más importantes son Goethe, Novalis, Ludwig Tieck, Friedrich
Schlegel, Clemens Brentano, August
Wilhelm Schlegel, Achim von Arnim, E.T.A. Hoffmann y Friedrich
Hölderlin.
Post-romántico se puede considerar a Heinrich
Heine.
Romanticismo francés
El Romanticismo francés
tuvo su manifiesto en Alemania
(1813), de Madame de Staël, aunque el gran precursor en el
siglo XVIII fue Jean-Jacques Rousseau, autor de Confesiones, Ensoñaciones de un paseante solitario, el Emilio, Julia, o La nueva Eloísa y El contrato social, entre otras obras.
En el siglo XIX sobresalieron Charles
Nodier, Víctor Hugo, Alphonse de Lamartine, Alfred Victor de Vigny, Alfred de
Musset, George Sand, Alexandre Dumas (tanto hijo como padre), entre otros; son los mayores
representantes de esta estética literaria.
Romanticismo inglés
El Romanticismo comenzó en Inglaterra
casi al mismo tiempo que en Alemania; en el siglo XVIII ya habían dejado sentir
un cierto apego escapista por la Edad Media
y sus valores de falsarios inventores de heterónimos medievales como James
Macpherson o Thomas Chatterton, pero el movimiento surgió a
la luz del día con los llamados Poetas
lakistas (Wordsworth, Coleridge, Southey),
y su manifiesto fue el prólogo de Wordsworth a sus Baladas líricas, aunque ya lo habían
presagiado en el siglo XVIII Edward Young con sus Pensamientos nocturnos o el originalísimo William Blake.
Lord Byron, Percy Bysshe Shelley y John Keats
son los líricos canónicos del Romanticismo inglés. Después vinieron el narrador
Thomas De Quincey, y los ya postrománticos
Elizabeth Barrett Browning y su marido Robert
Browning, este último creador de una forma poética fundamental en el
mundo moderno, el monólogo dramático.
En narrativa destaca el escocés Walter Scott,
creador del género de novela histórica moderna con sus ficciones
sobre la Edad Media
inglesa
y escocesa, o las novelas góticas El monje de Matthew Lewis o Melmoth el Errabundo, de Charles
Maturin.
Romanticismo español
En España
el movimiento romántico tuvo precedentes en los afrancesados
ilustrados españoles, como se aprecia en las Noches lúgubres (1775) de José de
Cadalso o en los poetas prerrománticos
(Nicasio Álvarez Cienfuegos, Manuel José Quintana, José Marchena,
Alberto Lista...),
que reflejan una nueva ideología presente ya en figuras disidentes del exilio,
como José María Blanco White. Pero el lenguaje
romántico propiamente dicho tardó en ser asimilado, debido a la reacción
emprendida por Fernando VII tras la Guerra de la Independencia,
que impermeabilizó en buena medida la asunción del nuevo ideario.
Durante la Década
Ominosa en España (1823-1833) vuelve a instaurarse un régimen
absolutista, y quedan suspendidas todas las publicaciones periódicas, las
universidades cerradas y la mayoría de las principales figuras literarias y
políticas en el exilio; el principal núcleo cultural español se sitúa, sobre
todo, en Gran Bretaña y Francia. Desde allí, periódicos como Variedades, de Blanco White,
contribuyeron a fomentar las ideas del Romanticismo entre los exiliados
liberales, que paulatinamente fueron abandonando la estética del Neoclasicismo.
En la segunda década del siglo XIX, el
diplomático Juan Nicolás Böhl de Faber publicó en Cádiz
una serie de artículos entre 1818 y 1819 en el Diario Mercantil a
favor del teatro de Calderón de la Barca contra la postura neoclásica
que lo rechazaba. Estos artículos suscitaron un debate en torno a los nuevos
postulados románticos y, así, se produciría un eco en el periódico barcelonés
El Europeo
(1823-1824), donde Buenaventura Carlos Aribau y Ramón López Soler defendieron el Romanticismo
moderado y tradicionalista del modelo de Böhl, negando decididamente las
posturas neoclásicas. En sus páginas se hace por primera
vez una exposición de la ideología romántica, a través de un artículo de Luigi Monteggia titulado Romanticismo.
Por otro lado, algunos escritores liberales
españoles, emigrados por vicisitudes políticas, entraron en contacto con el
Romanticismo europeo, y trajeron ese lenguaje a la muerte del rey Fernando VII
en 1833. La poesía del romántico exaltado está representada por la obra de José de Espronceda, y la prosa por la figura
decisiva de Mariano José de Larra. Un romanticismo
moderado encarnan José Zorrilla (dramaturgo, autor del Don Juan
Tenorio) y el Duque de
Rivas, quien, sin embargo, escribió la obra teatral que mejor
representa los temas y formas del romanticismo exaltado: Don Álvaro o la fuerza del sino.
Un Romanticismo tardío, más íntimo y poco
inclinado por temas político-sociales, es el que aparece en la segunda mitad
del siglo XIX, con la obra de Gustavo Adolfo Bécquer, la gallega
Rosalía de Castro, y Augusto
Ferrán, que experimentaron el influjo directo con la lírica
germánica de Heinrich Heine y del folclore popular español,
recopilado en cantares, soleás y otros moldes líricos, que tuvo amplia difusión
impresa en esta época.
Romanticismo italiano
El Romanticismo italiano tuvo
su manifiesto en la Lettera semiseria
di Grisostomo al suo figliolo de Giovanni Berchet (1816) y destaca, sobre
todo, por la figura de los escritores Ugo Foscolo,
autor del famoso poema Los sepulcros,
y Giacomo Leopardi, cuyo pesimismo se vierte en
composiciones como El infinito
o A Italia. El romanticismo
italiano tuvo también una gran novela histórica, I promesi sposi (Los
novios), de Alessandro Manzoni.
Romanticismo ruso
En Rusia, el Romanticismo supuso toda una revolución, pues
autorizó como lengua literaria el hasta entonces poco cultivado idioma ruso.
El artífice de este cambio fue el gran escritor ruso Alejandro
Pushkin, acompañado de numerosos seguidores e imitadores.
Romanticismo checo
En la literatura checa destacan los escritores Karel Hynek Mácha y František Čelakovský y el eslovaco,
y también ideólogo del paneslavismo romántico, Ján Kollár.
Romanticismo portugués
En Portugal introdujeron el Romanticismo Almeida
Garret y Alejandro Herculano; puede considerarse postromántico
al gran poeta Antero de Quental.
Romanticismo estadounidense
El Romanticismo estadounidense,
salvo precedentes como William Cullen Bryant, proporcionó a un
gran escritor y poeta, Edgar Allan Poe, precursor de una de las
corrientes fundamentales del Postromanticismo,
el Simbolismo,
y a James Fenimore Cooper (discípulo de las
novelas históricas de Scott). Se puede considerar un postromántico
el originalísimo pensador Henry David Thoreau, introductor de ideas
anticipadas a su tiempo como la no violencia y el ecologismo,
y autor del famoso ensayo Sobre la
desobediencia civil. En los Estados Unidos también se habla de transcendentalismo.
Romanticismo húngaro y rumano
En Rumania, su máximo exponente fue Mihai
Eminescu y, entre los húngaros,
sobresalió el poeta Sándor Petőfi.
Romanticismo argentino
El Romanticismo tuvo su primera manifestación en
la Argentina
con la aparición en 1832
del poema Elvira o la novia del Plata
de Esteban Echeverría, quien lideró el movimiento
que se concentró en la llamada Generación del 37 y tuvo uno de sus centros en
el Salón Literario. El romanticismo argentino integró la lengua tradicional
española con los dialectos locales y gauchescos,
incorporó el paisaje rioplatense a la literatura y los problemas sociales. El
romanticismo argentino se produjo íntimamente ligado con el romanticismo uruguayo.
En Hispanoamérica, el contenido nacionalista del
romanticismo confluyó con la recién terminada Guerra de Independencia
(1810–1824), convirtiéndose en una herramienta de consolidación de las nuevas
naciones independientes, recurriendo al costumbrismo
como una herramienta de autonomía cultural.
Entre las obras más importantes del movimiento se
destacan «La cautiva» y «El matadero»,
ambas de Echeverría,3
4
el Martín Fierro
obra maestra de José Hernández, Amalia
de José Mármol, Facundo
de Domingo F. Sarmiento y el folletín y obra
dramática Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez, considerado fundador del teatro
rioplatense.
Romanticismo colombiano
Surgió en el siglo XIX
y que representa el individualismo, la libertad de creación y la expresión
artística, se convirtió en una actitud frente a la vida. En Colombia, coincide
con la gesta de la independencia (1810). Se destacan algunos temas, como:
- El paisaje: El hombre romántico adapta el paisaje a sus sentimientos. Para algunos autores, esta temática es la que justifica la idea de la existencia del romanticismo en Colombia, ya que los autores europeos hablaban de la vuelta a la vida natural y su belleza.
- La exaltación de lo nacional y lo popular: a través de la voz o la actuación de diversos personajes se reconstruyeron aspectos del folclor y de las expresiones culturales del territorio colombiano.
- La vida y la muerte: El dilema existencialista se vio reflejado en novelas como María, en las que el hombre sufre por un destino que domina su voluntad. El amor que sienten Efraín y María se ve siempre afectado por los problemas sociales y cuando estos se resuelven, la muerte demuestra la imposibilidad de su amor.
El Romanticismo en Colombia se manifiesta en los
géneros narrativo y lírico. Sus principales representantes fueron: José Eusebio Caro, Gregorio Gutiérrez, Julio Flórez,
Rafael Pombo
y Jorge Isaacs.
Romanticismo mexicano
El romanticismo mexicano se distinguía por
amalgamar el periodismo, la política, el positivismo y el liberalismo, pues
surgió en los años previos a la Revolución mexicana. El poeta Manuel Acuña
es posiblemente el máximo representante del romanticismo en México.
Romanticismo peruano
Obras acordes con la sensibilidad romántica se
encuentran en las crónicas histórico-ficticias (Tradiciones) del peruano Ricardo Palma.
Otro nombre a destacar es el de Mariano
Melgar, que para muchos es el iniciador del Romanticismo en
Sudamérica, En él el romanticismo no es imitación de lo que ya se hacía en la
Península Ibérica o en Francia, sino un sentimiento profundo y propio de
Melgar.
Otros romanticismos en Latinoamérica
Otros nombres que destacan son los cubanos José María de Heredia y Gertrudis Gómez de Avellaneda. Cabe citar
también la primera parte de la obra del notable narrador chileno Alberto Blest Gana, cuya producción modelada
por el costumbrismo
de Balzac se interna en las fisuras del idealismo
romántico. También las obras del guatemalteco José Batres Montúfar han sido muy
importantes en toda Latinoamérica. Por otra parte, los venezolanos Juan Vicente González y Juan Antonio Pérez Bonalde fueron los
representantes del movimiento en ese país.
Lugares de reunión
Los lugares donde se reunían los románticos eran
muy diversos. Fuera de las redacciones de las revistas románticas, existían
determinadas tertulias,
como por ejemplo El Parnasillo en Madrid, o, en París, El Arsenal, del cual, si
hemos de creer a Alphonse de Lamartine, «era la gloria Víctor Hugo
y el encanto Charles Nodier» (Las Noches, de Alfred de Musset, precedida del estudio de dicho poeta
por A. Lamartine. Madrid: Biblioteca Universal, 1898). En este cenáculo
reuníanse entre otros Alfred de Musset, Alfred de
Vigny, Boulanger, Deschamps, Emile y Antoine Sainte-Beuve, etc.
También los rusos tuvieron su cenáculo: la Sociedad del Arzamas (La revolución y la novela en Rusia,
por Emilia Pardo Bazán, Madrid, s. a., pág. 245).
Romanticismo musical
Comenzó en Alemania,
partiendo de Beethoven
y siendo seguido por Carl Maria von Weber en 1786 y Félix Mendelssohn. Es un estilo musical
imaginativo y novelesco. Este movimiento afectó a todas las artes y se
desarrolló sobre todo en Francia y Alemania.
La estética del romanticismo se basa en el
sentimiento y la emoción. En el romanticismo se piensa que la música pinta los
sentimientos de una manera sobrehumana, que revela al hombre un reino
desconocido que nada tiene que ver con el mundo de los sentimientos que le
rodea.
El estilo romántico es el que desarrolla la música programática y el cromatismo de una
forma predominante. Se da a lo largo de todo el siglo XIX, aunque al principio
del siglo XX
se entra en el impresionismo.
De forma diferente a la Ilustración
dieciochesca, que había destacado en los géneros didácticos, el Romanticismo
sobresalió sobre todo en los géneros lírico y dramático; en este se crearon
géneros nuevos como el melólogo o el drama
romántico que mezcla prosa y verso y no respeta las unidades
aristotélicas. Incluso el género didáctico pareció renovarse con la
aparición del cuadro o artículo de costumbres. La atención al yo
hace que empiecen a ponerse de moda las autobiografías, como las Memorias de ultratumba de François René de Chateaubriand.
También surgió el género de la novela histórica y la novela gótica
o de terror, así como la leyenda, y se prestó atención a géneros medievales como la balada y el romance. Empiezan a escribirse novelas de aventuras y folletines o novelas por entregas.
El espíritu romántico
El estilo vital de los autores románticos
despreciaba el materialismo burgués y preconizaba el amor libre
y el liberalismo
en política, aunque hubo también un Romanticismo reaccionario, representado por
Chateaubriand,
que preconizaba la vuelta a los valores cristianos de la Edad Media. El
idealismo extremo y exagerado que se buscaba en todo el Romanticismo encontraba
con frecuencia un violento choque con la realidad miserable y materialista, lo
que causaba con frecuencia que el romántico acabara con su propia vida mediante
el suicidio.
La mayoría de los románticos murieron jóvenes. Los románticos amaban la
naturaleza frente a la civilización como símbolo de todo lo verdadero y
genuino.